Juan García Única

Organicismo

In Uncategorized on 24 May, 2011 at 13:47

Unos más que otros seguramente, pero la mayoría de nosotros hemos reparado en la dudosa entrevista que la televisión más a la derecha de la derecha emitió desde la concentración del movimiento 15-M en Barcelona. Manipulada o no, la criatura del vídeo es evidente que tiene la capacidad de hablar, puesto que se vale de ella, pero no para mostrar su indignación con una manera de entender la política que muchos consideramos decepcionante. Su indignación se explica más bien por la presencia de «lateros», que le ha obligado a salirse, y por ese «olor a porro bastante bestial» que al parecer su delicado sentido olfativo no puede soportar. Al volver a casa tras la concentración pacífica del sábado 21 en Granada, me topo con otra realidad más frecuente por desgracia que las asambleas: un señor decente vocifera en mitad de la Carrera de la Virgen que «lo que hay en España es basura y tienen que venir los basureros a llevársela», y es tan decente, recalco, que no lo dice por los políticos sino por quienes tratan de organizarse cívicamente.

El profesor Juan Carlos Rodríguez, uno de mis maestros y la persona con la inteligencia más subyugante que haya conocido nunca, suele valerse de la noción de organicismo para aludir a una matriz ideológica, de tendencia feudalizante, que se articula en torno a los valores de la jerarquía de sangres y de la concepción del armazón social como cuerpo orgánico, entre otros ejes. Él lo aplica al análisis de lo que la mayoría del mundo académico llama literatura barroca, pero la noción creo que puede ser productiva también para entender de lo que nos hablan sin saberlo ellos mismos otros ejemplos mucho más recientes. El organicismo, explicado mal y pronto, tiende a ver el movimiento sublunar como degradación de una supuesta pureza original, y focaliza esa degradación en el cuerpo convirtiéndola en miseria. A partir de ahí, el organicismo también concluye que la miseria del cuerpo es el signo, el correlato, de la miseria moral.

El entrevistado en cuestión no puede ver más allá de su propio olfato porque su mirada sobre las cosas, como la de la derecha mediática de este país (y la de la izquierda que cree que fue pura una vez, que todo hay que decirlo), no puede atisbar nada más allá de ese inconsciente que asoma -ahora el organicista soy yo- por la punta de su nariz. Mucho he oído estos días hablar de los perroflautas, del lobby gay, de la indigencia intelectual (que siempre es de los otros, claro) o, para resumirlo, del mal olor de quienes hemos asistido a las concentraciones en diversas plazas de toda España. La suma de muchos cuerpos acarrea el serio inconveniente de no oler demasiado bien, pero no por ello deja de ser sumamente higiénica cuando esos cuerpos, además, han decidido arrimarse para hablar de política y exigir una democracia real. Pero para el organicismo actual, como era previsible, todo aquello que no sea lo Único, todo aquello que contradiga su idea de unidad, huele mal, porque lo diverso, lo que no es Uno, es corrupto y es impuro. Por la misma regla de tres, imagino que nada le parecerá más mísero que el mero hecho de sentarse a hablar en el suelo. Demasiada suciedad para cabezas tan preclaras y camisas tan blancas.